miércoles, 28 de enero de 2009

Lentitud

A tres pasos de los 30 conservaba el rostro terso y sereno de una jovencita de 20 y pocos, la inexpresión, conjugada con la pasividad, eran inherentes a su inmutable personalidad.
Creció feliz, creció en las nubes, aunque de vez en cuando un chaparrón de realidad, conseguía encolerizarla, acelerarla por un breve instante.
Los años, tienen el descaro de tornarse crueles ante la serenidad, al parecer, la parsimonia es un pecado para las prisas nerviosas de un mundo demasiado revoloteado.
Ella siguió obligada a la masa furiosa de correcaminos enfadados y amargados, en una carrera interminable, la agonía borró la frescura de su aura y sus prisas fueron el resultado de un torpe cuadro incomprensible.